Muchas personas vienen con una especie de represa que ellos mismos se han construido centímetro a centímetro. Y para que se entienda sin espacio a malas interpretaciones, cuando hablo de la represa, es como cuando hago referencia al castillo rodeado por una fosa con cocodrilos para mantener a salvo al corazón. Bueno, la represa es eso que hemos edificado en nuestra mente como otra gran barrera para «protegernos» de que nos lastimen.
Lo curioso es que generalmente duele mucho más el derribar esa represa que el daño que podríamos habernos evitado; que de paso NO se evita porque el corazón siente, no piensa, no calcula, no se apaga. Y cuando los sentimientos tocan a nuestra puerta, ahí no hay represa que valga para contener todo eso que tenemos ahí guardado. Y les dejo estas palabras de Mario Benedetti, más claras imposibles para ilustrar el tema en cuestión.
Lo malo es que de tanto aguantar, de tanto obligarnos a no sentir (la moda del momento), a no comprometernos primero, de tanto desconfiar del otro terminamos haciéndonos daño… Porque vamos perdiendo la confianza en nosotros mismos, vamos coartando nuestra libertad, vamos cortando nuestras propias alas porque alzar el vuelo se ve aterrador. Y es que estamos hablando de lo importante que es dejar fluir esas lágrimas, porque llorar sana el alma, limpia y saca de lo más profundo dolores que muchas veces no sabemos como poner en palabras. Cada lágrima que no hemos dejado salir… nos ha hecho esclavos de un sentimiento que eventualmente sobrepasará hasta la mas edificada de la barreras.
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…de tanto obligarnos a no sentir, a no comprometernos, de tanto desconfiar del otro terminamos haciéndonos daño… Porque perdemos la confianza en nosotros mismos, vamos coartando nuestra libertad, cortando nuestras propias alas
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Y una de las causas más épicas cuando de llorar hablamos, es la tan conocida «mejor me voy yo de la relación antes de que se vaya el otro» ¿Se identifican? Pero al final… Llega un día donde la represa se rompe no por el momento presente sino por todo el pasado que no te diste permiso a llorar, a sentir, a vivir el luto por lo que no funcionó y se acabó, a asimilar cada etapa para cerrarla, para empezar de nuevo con el corazón limpio. Pero ¡No! Nos hemos creído los muy fuertes y hemos decido mejor clausurar esos sentimientos, esas lágrimas porque nosotros no necesitamos llorar. Y viene la vida y nos pone en frente todas las situaciones «requeridas» para tratar de re-enseñarnos a VIVIR. Y para vivir a plenitud esa represa, no sirve de nada así como tampoco la fosa con los cocodrilos y los 50 muros de contención que creamos en la cabeza.
Más temprano que tarde, el pasado es como el agua, se filtra por entre las fisuras y no hay nada más certero que el agua SIEMPRE abriéndose camino. Y llegará el momento donde ya esas lágrimas no se puedan contener más…
Si quieres tomar la decisión de cómo dejar salir poco a poco, que seas tu eligiendo el cómo, no la vida, te invito a una sesión terapéutica conmigo para conversar y comenzar ese proceso de identificar las heridas para luego sanarlas. O una sesión de tarot si lo prefieres en caso de que no estés seguro del origen de tus heridas.
Y si es de tu agrado comparte para que otros puedan leer, nunca sabemos quién puede estar buscando unas palabras de aliento. Muchas gracias por haberme leído hasta el final.
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