¿Yo valgo la pena?


¿Te imaginas lo que pudo haber sido? ¿Alguna vez te has preguntado que sería de ti sin todas esas malas experiencias? Pues no serías la misma persona que encuentras cada vez que miras el espejo. No estarías donde estás ahora, no tendrías la fuerza que tienes ahora, no habrías aprendido todo lo que sabes porque somos testarudos y repetimos como loros «nadie aprende por consejo de otro» pero y ¿Qué sería de nosotros si pudiéramos aprender de los consejos? Si lográramos de alguna forma integrar toda esa información en nuestra cabeza con el propósito único y exclusivo de evitarnos tanto sufrimiento. ¿Valdría para algo aprovechar todo el conocimiento de nuestros antepasados, de nuestros mayores, de nuestros mentores?

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A modo personal he pensado en lo que podría haber sido, en los diversos momentos cruciales donde tomé una decisión por sobre otra, donde elegí una cosa y abandoné otra, donde perdí una parte de mí para abrir paso a algo nuevo. Y la verdad es que al comienzo se abre como un abanico mágico de cosas donde la vida pudo haber sido más fácil, donde quizás los errores se pudieron haber evitado, donde los traumas me los hubiera podido ahorrar. Pero luego viene el encontrarme frente a la realidad, quizás sí hubiera podido tomar decisiones que me llevaran a una vida distinta, quizás me hubiera podido ahorrar muchos malos momentos pero de nada sirve darle rienda suelta a una imaginación que no va para ningún lado porque no pude evitar cada uno de los que para mí fueron errores ya que no sabía que serían errores, en su momento seguramente fueron las mejores decisiones que pude tomar por el nivel de consciencia de aquella que era yo, que ya no soy. La realidad es que ya no se puede cambiar el pasado, podemos aprender a aceptarlo, podemos sanarlo, podemos perdonarnos por esas veces donde fuimos juez implacable para con nosotros mismos. La realidad es que lo que ya pasó, pasó. Para atrás lo mejor es mirar para aprender, para entender, para crecer y para no volver a repetir.

¿Sería la misma persona? Sin duda no lo sería, no habría llegado tan lejos, no hubiera aprendido el valor de cada una de mis vivencias. No habría podido conocer lo maravillo de un arcoíris después de la lluvia, o de que existe esa calma casi mágica después de la tormenta. Si no hubiera pasado por cada una de mis caídas, no podría decir hoy cuantas veces me he levantado, no habría tenido que aprender el significado de ser fuerte, de sobreponerme ante todo, de que no importa cuán obscuro se vea el túnel siempre siempre hay luz al final. He llorado, sí y mucho, solo Dios sabe cuanto y todas las veces que me tocó sonreír para decir «estoy bien». Pero he aprendido que es imposible ver el amanecer sin pasar por la noche.

Y llegar al punto de aceptar que cada una de las cosas que sucedieron, tenían que pasar. Es un logro que pocos entenderán.

Como dice el dicho todos estamos librando batallas que no contamos a nadie.

¿Qué pasaría si pudiéramos aprender de las experiencias de los demás? Creo que el ser humano es totalmente selectivo, porque sí podemos aprender de las vivencias de otros, de los consejos, de la historia. Pero para eso puede que sea indispensable la humildad para abrir la puerta a que todos los que han llegado a nuestras vidas es por dos cosas, algo han llegado a enseñarnos y algo han llegado a aprender. Ojalá aprendiéramos a pedir opinión para cosas importantes como sí lo hacemos para escoger el salón de belleza, para ver una película, para usar una determinada marca o producto. Estoy segura que antes de comprar algo lees las opiniones de la gente que ni conoces, yo lo hago. ¿Y no sería ideal que aplicáramos lo mismo para nuestras vidas? y con esta pregunta me retiro lentamente… hasta la siguiente entrada estimados lectores.

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